Por: Giselle Deñó |
Es la época de los interrogantes y de preocuparse por el futuro, la época de la impugnación de la autoridad. Respiramos política a través de los medios de comunicación y de la tecnología, y las noticias viajan en un abrir y cerrar de ojos, más rápido de lo que podemos digerir toda la información. Nuestra generación está destinada a reinventar posiciones, a ser cínica en cuanto al orden político tradicional; pero no hay de qué preocuparse, no se trata de una crisis de la democracia la que estoy describiendo, sino por el contrario, somos testigos de un contexto perfecto en el que la democracia puede prosperar a través de las voces de los jóvenes que participan cada vez utilizando formas no convencionales. Los gobiernos están obligados a abrir la puerta al público y ya sea que estemos listos o no, allá vamos. Mi pasantía en la Cámara de Diputados es exactamente esto. Me han dado la oportunidad de participar en, más bien de observar y escuchar con atención, los apasionados debates políticos y en otros procesos que conforman la vida legislativa en mi país.
La Cámara de Diputados de la República Dominicana es un laberinto indescifrable en el que fui colocada, un organismo burocrático lleno de departamentos y atareados calendarios. Me he perdido no una sola vez o dos veces, sino en innumerables ocasiones. Durante la primera semana de mi pasantía me dieron un recorrido por este enorme edificio y me quedé sorprendida del tamaño de las pinturas de los ex-presidentes e importantes legisladores políticos que cuelgan en las paredes. Mi primer día fue espectacular. Estreché muchas manos y me presenté como la nueva pasante, mientras que las demás personas me explicaban sus trayectorias profesionales como diputados o como abogados. Estaba segura de que este era el principio de una buena y permanente experiencia en mi vida.
El segundo día me pusieron a trabajar en el Departamento de Auditoría Legislativa donde ya tenían una oficina preparada para mí, y me facilitaron la Constitución de la República Dominicana, el Reglamento de la Cámara de Diputados, una libreta de apuntes, bolígrafo y lápiz. Creo que el miedo y la intimidación que exudaba de cada poro de mi cuerpo podían ser fácilmente percibidos, pero traté lo mejor posible de mantener la compostura y de fingir que sabía lo que estaba haciendo. Pero ¿a quién estoy engañando? Lo primero que se le ocurrió a mi jefe fue asignarme, a una completa aficionada legal, un proyecto de ley que acababa de ser aprobado en el Congreso y pedirme que verificara todo el registro para identificar cualquier tipo de anomalías o desvinculaciones con respecto a la Constitución, y si el debido proceso y reglamentos fueron observados. Todo lo que puedo decir es que ese día me fui a las 7 pm cuando se suponía que en realidad debía salir a las 4 pm.
El hecho de que tengo la oportunidad de tener una visión amplificada de la forma en que cada día se elaboran las leyes en mi país significa que la transparencia, sin duda, está llevándose a cabo. A pesar de que la comunidad internacional está segura de que América Latina es una cuna para la corrupción y los poderes gubernamentales deficientes, como pasante en una de las instituciones más importantes de mi país, puedo decir que estamos avanzando a paso firme hacia un buen punto. Todos los días vengo a trabajar feliz, porque sé que este famoso "estado de derecho" existe y que nadie está por encima de él; tenemos el mandato de ser meticulosos y rigurosos con nuestros informes correspondientes a cualquier resolución o proyecto de ley que pasa por nuestras manos. Tengo la oportunidad de leer acerca de las leyes que serán puestas en marcha en mi país, cómo estas afectarán a la población, y a estar ya preparada mentalmente e informada al respecto. El conocimiento es la clave para una democracia transparente y sólo puede ser obtenido si lo buscamos en los lugares apropiados.
No comments:
Post a Comment